En el tiempo después, los búfalos regresan a casa. Al principio sólo unos cuantos, sacudiéndose la nieve de los hombros mientras pasan de una montaña a la llanura. Los grandes búfalos barren la acumulación de la nieve en los pastos tiernos que yacen debajo; las grandes vacas atienden y protegen a sus crías. Las crías se deleitan, como lo hacen todas las criaturas jóvenes, con la novedad de todo lo que ven, huelen, saborean, tocan y sienten.
Los lobos siguen a los búfalos, al igual que los patos azulones, los patos frisos, los patos media luna, los patos cucharos, los patos rabudos, los porrones americanos, los porrones picudos y los cisnes chicos. Los perritos de las praderas regresan a su hogar, traen con ellos la lluvia, y con ellos llegan los hurones, los zorros, los halcones, las águilas, las serpientes y tejones. A ellos se les unen la loica común y el tordo alirrojo. Con todos reunidos se establecen los pastos enanos y altos. Con todos ellos, llegan las praderas.
En el tiempo después, el salmón regresa a casa, nadando sobre las presas resquebrajadas hacia los bosques, que nunca han olvidado la sensación de millones de peces que tiñen de negro las aguas agitadas. Los salmones saturan a tal grado los ríos que la luz solar no alcanza el fondo de siquiera los arroyos más superficiales. En el tiempo después, los bosques recuerdan un sentimiento que nunca han olvidado, el de acoger a estos peces que son una parte esencial de estos bosques como los cedros y los abetos, y los linces y osos.
En el tiempo después, los castores regresan a casa, trayendo con ellos frigáneas y libélulas, trayendo estanques y lagos y humedales, trayendo a casa ranas, salamandras y peces. Los castores construyen y construyen y restauran y restauran, trabajando duro para deshacer los daños infligidos, y para rehacer los bosques, los ríos, arroyos y pantanos en los que alguna vez habían sido, en los que necesitan ser, en los que volverán a ser de nuevo…
En el tiempo después, las plantas salvan al mundo.
En el tiempo después, los océanos se llenan con peces, con bosques de kelp y comunidades de coral. En el tiempo después, el aire se satura con la vaporosa exhalación de las ballenas, y las costas están colmadas con los caparazones duros y los ojos eternos y pacientes de las tortugas marinas. Las focas aúllan sobre los hielos oceánicos y los osos polares las cazan.
En el tiempo después, los búfalos traen de vuelta a las praderas por su naturaleza de ser búfalos, y las praderas traen de vuelta a los búfalos con la acción de ser praderas. Los salmones traen de vuelta a los bosques por su naturaleza de ser salmón, y los bosques traen de vuelta a los salmones por ser bosques. Célula por célula, hoja por hoja, extremidad por extremidad, praderas, bosques, pantanos y océanos; regresan el carbono a su hogar, enterrándolo en la tierra, reteniéndolo en sus cuerpos. Hacen lo que han hecho con anterioridad y lo que volverán a hacer.
El tiempo después es un tiempo de magia. No es la magia de los trucos de salón, no es la magia del humo y los espejos, las acciones que distraen la atención de la acción real. No, esta magia es la acción real. Esta magia es la inteligencia personificada del mundo y sus miembros. Esta magia es la piel tosca de los tiburones, sin la que no podrían nadar con tanta velocidad y poder. Esta magia está en las largas probóscides de las mariposas y las flores que les dan la bienvenida. Esta magia es la inteligencia de las frutas y moras que crecen para ser comidas por aquellos que luego distribuyen sus semillas que cargan los nutrientes necesarios para su nuevo crecimiento. Esta magia es el trabajo de los hongos, que se unen a los árboles y mamíferos y bacterias para crear un bosque. Esta magia está en los miles de millones de seres en un puñado de tierra. Esta magia está en los miles de millones de seres que viven adentro de ti, quienes hacen posible que tú vivas.
En el tiempo anterior, el mundo era resistente, hermoso y fuerte. Sucedía a través de la magia de la sangre irrigando los capilares y la magia de las pequeñas semillas que se transformaban en secoyas gigantes y en la magia de las largas relaciones entre ríos y montañas, y la magia de danzas complejas entre todos los miembros de las comunidades naturales. Tomó vidas y muertes, y los regalos de los muertos ofrecidos a los vivos para hacer al mundo fuerte.
En el tiempo después esto es entendido.
En el tiempo después nos lamentamos por aquellos que no lograron sobrevivir, las palomas migratorias, los alcas gigantes, los dodos, los caracoles estriados, las tortugas de las Galápagos, las vacas marinas de Steller, el ratón saltador de Darling Downs, el zorro volador de Guam, la gacela saudí, el visón marino, el tigre persa, el cuaga, el lechuzón cariblanco, los olivos de Santa Helena, la lisa gigante de Cabo Verde, la trucha plateada, el amaranto de las Galápagos.
Pero en aquellos humanos y no-humanos que sobreviven, surge otro sentimiento, emerge de abajo y de más allá y alrededor de este dolor. En el tiempo después, aquellos que siguen vivos empiezan a sentir algo que casi ninguno había sentido antes, algo que la gente sentía, lo entrañaban de hace mucho. Lo que aquellos que vienen en el tiempo después sienten es un sentido de optimismo realista, la realización de que las cosas van a salir bien, la certeza de que la vida, que desesperadamente desea continuar, perdurará y proliferará.
Nosotros que vivimos en el tiempo anterior tenemos decisiones. Podemos recordar lo que es ser animales en este planeta y recordar y entender lo que es vivir y morir de manera tal que nuestras vidas y muertes ayuden al mundo a ser más fuerte. Nosotros podemos vivir y morir de manera tal que podemos hacer posible un tiempo para que la vida florezca, donde los búfalos vuelvan a su casa, al igual que para el salmón, los perritos de las praderas, las praderas, los bosques, el carbono, los ríos y las montañas.
Publicado originalmente en la revista YES! Magazine en la primavera de 2016.
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